La negligencia médica

Mi historia ocurrió por accidente, como muchas otras cosas en la vida. Me dijeron que mi caso no tenía solución y decidí seguir adelante contra todo pronóstico y comprobé que se equivocaban. Más tarde demandé por negligencia médica y conseguí una indemnización millonaria que propulsó que ejerciera la Abogacía para defender a las víctimas de accidentes. Soy Juan Motera y esta es mi historia:
La negligencia médica
A los 28 años era policía local y trabajaba como funcionario de carrera para el Ayuntamiento de Llançà (Girona). Practicaba fitness, taekwondo y salía a correr. Visité a un traumatólogo por unas molestias en mi rodilla derecha. Me explicó que se debía al arco de mis piernas; que con una operación de osteotomía me enderezaría la tibia y ahí se acabaría todo. El médico, evidentemente con buena intención, pretendía evitarme problemas en un futuro. Me dijo que los huesos no me soldarían igual si me operaba de mayor. Durante la operación me seccionó la arteria poplítea, que está detrás de la rodilla. Pero lo peor fue que no se dio cuenta y me subió a planta. De madrugada, como tenía mucho dolor y la herida no dejaba de sangrar, decidió llevarme de nuevo al quirófano para revisar su cirugía, aunque no detectó nada anormal. Estuve un día y medio con la arteria cortada hasta que me trasladaron muy grave al Hospital Provincial de Girona. Ese día empezó mi historia.
Ingresé, entre la vida y la muerte, en el Hospital de Girona Dr. Josep Trueta a las 12,24h del 15 de diciembre de 2004. Me informaron de que el traumatólogo me había seccionado completamente la arteria poplítea y partes de secciones de nervios importantes, que había sufrido un síndrome compartimental y que me tenían que amputar la pierna porque mi vida corría peligro. Como no podía creerlo estuve a punto de echarme a reír de locura y me negué a gritos tantas veces como me lo propusieron. Si hubiera tenido fuerzas habría salido de allí arrastrándome. Tuvieron que reunir a primera hora de la mañana a todo el equipo de cirugía vascular para realizarme un bypass de urgencia. El plan era tratar de hacer un parche, utilizar la vena safena de mi pierna izquierda y empalmarla en la arteria de la pierna derecha y ver cómo evolucionaba. Al final del día la operación fue un éxito, aquel grupo de personas me salvaron la vida y volvieron a poner en circulación mi sangre. Me tuvieron que practicar una fasciotomía compartimental de gemelo y de tibial anterior para aliviar la presión de los músculos, pero salí de allí con mis dos piernas. Al frente de aquel equipo se encontraba el Dr. Francesc Vidal Salvador, especialista vascular del Hospital Dr. Josep Trueta, al que durante muchas Navidades le escribí para darle las gracias: personas como él son ángeles a los ojos de un enfermo.
En el hospital provincial

En el hospital provincial
Cuando parecía que lo peor había pasado, llegó la necrosis. No voy a entrar en detalles, solo os diré que me pasé cuatro meses hospitalizado tratando de que la gangrena no se me extendiera al gemelo o nunca más volvería a caminar. El procedimiento para evitarlo fue dejar el gemelo al descubierto para poder controlarlo, lo cubrían con toneladas de pomada antibiótica («Furacín») y unas pequeñas gasas que iban cambiando y podía ver como se movía cuando las retiraban. Me ataron la pierna a la camilla para evitar que se dañara mientras dormía. Además, los sanitarios, de buena fe, me aconsejaban que abandonara mi obsesión por salvar mi pierna: «aunque salves la pierna jamás volverás a caminar y, si lo hicieras, te daría más problemas que una ortopédica; para qué alargar el sufrimiento, hay que amputarla, piensa que con las prótesis actuales puedes hasta correr». Creo que nadie daba un duro por la pierna. Humildemente os digo que muchos cederían ante tal presión, porque si los que entienden te dicen que no hay solución, te lo crees. No tengo ninguna queja de los sanitarios del hospital Dr. Josep Trueta, todo lo contrario. Es evidente que me lo decían porque así lo creían y no pude recibir mejores atenciones. Así que allí estaba a mis 28 años, atrapado, sin poder esfumarme ni salir corriendo; pero tenía claro que resistiría mientras la necrosis no llegara a mi gemelo. Después de cuatro meses en aquel Hospital me enviaron a casa gracias a un virus hospitalario y pasé varios meses con asistencia sanitaria domiciliaria. Finalmente, un día, contra todo pronóstico, salvé la pierna y me pude poner en pie.
El siguiente paso fue encontrar un cirujano para que me diera la oportunidad de poder caminar sin la ayuda de mis muletas. Visité a muchos, pero todos coincidían en que era mejor no operar porque podía perderla. Llevaba diez operaciones. Hasta que un día conocí al Dr. Pedro Cavadas, conocido como «el doctor milagro», y me dijo que volvería a caminar. Tal y como dijo, después de su intervención puede apoyar el pie y dar mis primeros pasos sin muletas. No hay un día en el que no le dé las gracias. Debido a la necrosis me faltan músculos y tendones y tengo que realizar diariamente mucha rehabilitación, pero vivo sin mucho dolor. No puedo mover el pie, pero de momento puedo apoyarlo y es lo único que me importa. El Dr. Cavadas ha sido incluido en la lista Forbes de los mejores médicos. A veces, parece mentira que todos aprendamos de los mismos libros. Tiene una Fundación cuyos fondos económicos permiten que personas desfavorecidas se operen gratuitamente. Si queréis colaborar podéis hacerlo a través de su sitio web: Fundación Pedro Cavadas. Cada euro que donéis servirá para aliviar el dolor de alguien que, de otro modo, jamás tendría la capacidad económica para dejar de sufrir.
La indemnización
Vídeo de nuestra graduación en la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR).
La indemnización
Gracias a la pericia de estos dos doctores, Dr. Vidal y Dr. Cavadas, pude seguir adelante. Sin embargo, no pude mantener mi trabajo de policía local y me vi obligado a jubilarme con una incapacidad permanente total para la profesión habitual de policía y con ello se esfumó mi vocación de investigar homicidios en la policía. Finalmente, como no podía pagar las cuotas de la hipoteca con la pensión por incapacidad, me vi forzado a firmar una dación en pago con el banco y perdí mi casa y el piso con el que avalé la operación y decidí demandar al doctor que me seccionó la artería por negligencia médica. Una amiga, cuyo padre había sufrido una negligencia en el mismo Hospital que yo, me recomendó al abogado especialista en Derecho Sanitario que había llevado su asunto y que le permitió obtener una indemnización importante. Lo contraté y presentó su propuesta de reclamación, que fue de 321.046,46 €, en total. No obstante, supongo que por prudencia, en la demanda no estaba desarrollado el lucro cesante, es decir, lo que dejaba de ganar a consecuencia del daño sufrido, ni otros gastos futuros, como, por ejemplo, los costes por la rehabilitación en los que iba a tener que invertir mucho dinero durante toda mi vida. En aquellos años la jurisprudencia del Tribunal Supremo era muy restrictiva a la hora de conceder indemnizaciones por lucro cesante porque las sentencias decían que se trataba de expectativas, de algo abstracto o ilusorio. Pero yo era funcionario de carrera, no era abstracto o ilusorio, era tangible, y por culpa de mi incapacidad permanente total para la profesión habitual de policía derivada de la negligencia, perdí mi trabajo, con una consiguiente diferencia de ingresos, que era enorme.
Le comenté a mi abogado que quería reclamar una indemnización mayor y nos pusimos de acuerdo, sabiendo que si el juez no nos daba la razón debería abonar unas costas judiciales muy elevadas: él demostraría la mala praxis médica y yo valoraría la cantidad de la reclamación que me pareciera adecuada. Mi plan era averiguar cuántos años de vida me quedaban. Consulté las bases de datos del Instituto nacional de estadística y mi esperanza de vida era de 85 años, con lo cual, 56 años sería el multiplicador y 246.142,48 € el resultado de la diferencia de ingresos por lucro cesante (85 -29). Añadí los vehículos y viviendas adaptadas que necesitaría durante toda mi vida, el Dictamen de la valoracicón del daño corporal y otros tipos de ayudas que necesitaría. Mi abogado estuvo de acuerdo, sumó los conceptos y el resultado fue de 1.097.247,78 €, cantidad que reclamamos, pero ajustándola al límite establecido en la póliza del seguro del Hospital. Más tarde, dos Sentencias nos dieron la razón y ganamos, íntegramente, “todas nuestras peticiones” más los intereses moratorios de la Ley de Contrato y Seguro: en ese momento supe que un día estudiaría Derecho y ayudaría a las víctimas de negligencias médicas.
La abogacía

El Excmo. Sr. Joan Ramon Puig Pellicer, presidente del Consejo de la Abogacía Catalana y exdecano del Ilustre Colegio de Abogados de Figueres-Alt Empordà junto a Juan Motera en la celebración de la imposición de togas.
Fotografía: https://www.emporda.info.
La abogacía
Más tarde trabajé unos años de director de operaciones en un proyecto con ADN sintético en colaboración con los cuerpos de policía. Adiestré a perros para detectar cableado de cobre robado, propulsé un convenio de colaboración con el Departamente d’Interior de la Generalitat de Catalunya, formé con tecnología forense avanzada a la policía autonómica y a las policías locales. Presenté el proyecto por el país a las grandes compañías y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado; el proyecto fue emitido en los principales canales de informativos de televisión. Finalmente dejé la seguridad privada para dedicarme a mi verdadera pasión que era ejercer la Abogacía y me matriculé en la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) y cuatro años más tarde me gradué en Derecho, realicé un Máster de Abogacía y Práctica Jurídica en la VIU, aprobé el examen de Estado del Ministerio de Justicia, me especialicé en Derecho Sanitario y Bioética en la UCLM y no he parado de formarme hasta hoy gracias al Banco Santander, a través de su Fundación Universia; y al Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, a través del Real Patronato sobre Discapacidad; que le han concedido siete becas a mi proyecto personal para ejercer la abogacía. Para ello he creado el despacho Motera López Abogados en Figueres, Girona, el único despacho de abogados creado por un abogado víctima de una negligencia médica, donde ahora guío a otras víctimas de negligencias médica y de accidentes de tráfico y trato de encontrarles la solución médica más adecuada para ver si su circunstancia tiene solución y, a veces, los derivo a la Clínica del Dr. Cavadas o a la red médicos con los que colaboro.
Me ha costado casi dos décadas sobreponerme a mi negligencia médica y antes de acabar mi historia me gustaría decirte algo en base a mi experiencia personal: «si ahora eres tú quien tiene que hacerle frente a una situación difícil y crees que tu caso no tiene solución, estés donde estés, desde la cama de tu habitación o desde la camilla de un hospital, sigue adelante aunque tengas que hacerlo contra todo pronóstico y en la mayor soledad. Estoy seguro de que es más duro vivir una vida que no quieres que el camino de tratar de evitarlo. Recuerda que hay muchas historias como la mía y sigue adelante, y si al final resulta que tenían razón, no pasa nada, habrá valido la pena tu esfuerzo; pero si se equivocan, lo habrás ganado todo».
Un abrazo.